Miles de personas abarrotan la plaza del Arriaga para celebrar la efeméride de una Aste Nagusia única en la que ella es la reina sin discusión
La primera Marijaia de la Aste Nagusia en realidad se llama David. Aunque ni él mismo lo sabía hasta la sobremesa de este sábado. «Había organizado una comida entre amigos y mira la que me han liado», bromeaba pasadas las tres de la tarde este bilbaíno disfrazado de la reina de la Semana Grande, más lozana que nunca a sus fantásticos 40 años.
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Él, a sus 35, se casa en octubre y le espera una «larga despedida de soltero». «Así va a estar al menos hasta el lunes después del partido del Athletic», le amenazaban sus compañeros sin dejar de sacarle fotos porque la idea resultó todo un éxito. Las chicas que pasaban insistían en retratarse con ella.
Y no eran las únicas que idolatraban al mediático icono. Incluso Arthur Locker, de visita desde Estados Unidos, no dejaba de levantar los brazos imitandole mientras sus acompañantes le reprendían cariñosamente. «A las siete, hay que esperar a las siete», le insistían.
Lo cierto es que eran muchos los deseosos adelantar el txupinazo institucional con cualquier excusa. Desde la primera comilona «oficial» en las txosnas a los 'pies negros' que, botella de kalimotxo en mano, calentaban motores para nueve días de «caña sin tregua». El caso es el que el Casco Viejo era ya un auténtico hervidero desde la mañana.
De hexcho, las comparsas estaban tan impacientes que ya a las cinco de la tarde inundaron sus calles de música y color con una masiva kalejira que desembocó en una plaza del Arriaga ya abarrotada.
«¿Entra tanta gente aquí?»
En las escaleras aguantaban sentados los basauritarras Ángel Bereño y Pilar Pérez, asiduos ala fiesta, pero que nunca habían asistido al pregón. «¿Y toda esta gente entra aquí?», bromeaban ante la marejada de personas que seguían entrando al recinto.
Entre ellos se encontraban los hermanos Jon y Gorka, ambos de Bolueta, junto a amigos procedentes de otros puntos de España e incluso «de Polonia».
Ellos acabaron siendo causantes accidentales del adelanto 40 minutos de la lluvia de harina y huevos que suele seguir al lanzamiento del txupin. «Bromeábamos con mojar a Carolina lanzándole vino a chorro desde una bota y todos alrededor comenzaron una batalla campal», se sorprendía Lourdes, llegada desde Alicante.
Un poco más atrás observaba absorto la escena Javier Galván junto a sus hijos Marcos y Lucía. «Mira que vengo de Madrid y allí hay actos masivos, pero esto es alucinante y creo que tendré que alejarme más si no quiero acabar bañado de vino y todo lo que están tirando», bromeaba.
«Lanzan ketchup y mostaza»
Y casi lo tuvo que hacer porque, a pesar de que muchas cuadrillas habían gastado su munición antes de tiempo, tras la aparición de Marijaia en el balcón del Arriaga se desató el delirio festivo y la plaza se convirtió en un mar de polvo y lodo blanco. «María, yo no entro más que luego quiero irme de fiesta, no a casa a cambiarme», advertía un joven a su compañera tras señalar que «están lanzando hasta ketchup y mostaza».
Aunque muchos realmente decidieron limpiarse por la vía rápida. Desoyeron las recomendaciones del Ayuntamiento de no lanzarse a la ría y abarrotaron las escaleras de los muelles de ambos márgenes. Los agentes de la Policía Municipal observaban como se tiraban resignados desde el puente, donde sí se habían tomado precauciones y se impedía llegar hasta las barandillas.
«Por lo menos, nadie ha podido tirarse desde tan alto
porque la marea está baja y el riesgo de lesión se multiplica», se
excusaban.
«Imaginación» contra el maltrato sexista y para integrar al migrante
Instantes antes de que la txupinera, la comparsera de Aixeberri Saioa Domínguez, lanzase el cohete que desató la locura festiva, el pregonero Zorion Egileor transmitió un mensaje de ilusión y compromiso. El actor y locutor recordó la movilización ciudadana que originó el actual modelo festivo hace 40 años y pidió que aquel sentimiento vuelva a estar más presente que nunca.
«La imaginación y las ganas de vivir nos trajeron la alegría y tienen que volver a ser nuestras compañeras para terminar con la violencia machista, impulsar la igualdad social y atender las necesidades de pensionistas y excluídos», remarcó.
Y no se olvidó de los migrantes: «Llega gente nueva a esta ciuddad abierta que es Bilbao y debemos encontrarles vías de integración».
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