No solo del célebre museo vive esta villa antaño vinculada a la siderurgia. La ciudad del Nervión cuenta con tiendas y restaurantes que invitan a exprimir su faceta bohemia y canalla
Quién lo iba a decir; que una antigua ciudad vinculada al mundo de la industria siderúrgica
sería hoy uno de los referentes de la cultura, el arte y la gastronomía
con mayor proyección dentro y fuera de nuestras fronteras. Bilbao es
eso: la reinvención excelsa de una urbe que confluye al son que tocan
las riberas del río Nervión.
De hecho, en una de sus orillas se erige
ese barco forrado en titanio que forma parte de la identidad arquitectónica de la villa y que la situó en el mapa hace casi 20 años.
A la sombra del museo Guggenheim, obra del arquitecto canadiense Frank Gehry,
se resguardan otras obras que merecen especial mención como ‘Mamá’ –una
escultura con forma de araña obra de Louise Bourgeois–, los tulipanes de acero inoxidable lacados o ‘Puppy’, que
se ha convertido en el guardián de la pinacoteca, ambas obras de Jeff
Koons.
Ese Bilbao que busca la primavera florida, como su
perro-ajardinado, tampoco renuncia a sus principales señas de identidad.
Una ciudad que hunde sus raíces en el casco viejo, en su archiconocida ruta de las siete calles o en los agradables paseos por algunas de sus alamedas.
Una ciudad que también invita a saborearla y a dejarse llevar por algunos de sus rincones que mezclan vida bohemia, diseño y, sobre todo, mucha gastronomía. Porque
Bilbao se recorre con facilidad, pero siempre pide volver. Para visitar
o revisitar algunos de esos lugares donde el aroma de lo cool invita a
que se respire siempre que sea posible. Para quienes no les guste
dejarse llevar, aquí algunas direcciones imprescindibles.
1. Un hotel muy ‘arty’
La neutralidad en clave decorativa era esto: todas y cada una de las 50 habitaciones del bilbaíno hotel Miró. Ubicado
en el número 77 de la alameda Mazarredo, este edificio rehabilitado
ideado por Carmen Abad –cuyo solar albergó una maternidad– es hoy una de las referencias arquitectónicas de la zona. Cristal y hierro son los materiales que conforman esta suerte de armazón con unas vistas inigualables al museo Guggenheim.
Pero
no solo de vistas vive este hotel boutique. Sus habitaciones, divididas
en 45 dobles, tres junior suites y dos master suites, se convierten en
el refugio perfecto para el viajero ya que, gracias a su gama cromática:
en suaves grises y relajantes blancos, son una opción
singular para quienes busquen aunar descanso y cercanía con los rincones
más célebres de la urbe. Además, cuenta con un programa Wellbeing que
permite a sus clientes disfrutar de circuitos termales, sesiones de
masaje y, cómo no, de gimnasio.
2. Sabores del otro confín
Perú, Japón y México confluyen en clave decorativa y gastronómica en Pacífico: un
singular local que abrió sus puertas allá por 2015. Un local de aires
’old school’ en cuyos platos está la clave de un negocio exitoso.
Inigualables resultan sus totopos de maíz crujiente con guacamole y pico de gallo
o su ceviche de salmón con leche de tigre al ají amarillo, por destacar
algunas de sus propuestas. Uramakis, quesadillas o tacos conforman su
particular carta que es uno de sus mejores pasaportes para viajar por
los sabores de otros confines.
Y,
cómo no, la ciudad de Bilbao y su producto local son los encargados de
poner la localización –a pocos metros de la celebérrima Alhóndiga– y la
materia prima para ofrecer unos platos que bien merecen una traca final a
base de buenos tragos. Su servicio de coctelería es también un buen
plan de viaje por los citados países del mundo: un Mezcal 7 Misterios te transportará a México sin salir del pintoresco número 52 de la alameda Rekalde.
3. Dos por uno
Aquellos que busquen marcar la diferencia –en moda y gastronomía– hallarán parada y fonda en Trimmer, una singular tienda de ropa que es, a su vez, un café. Esta concept store aglutina marcas como Zubi, Mint&Rose, Herschel Supply Co. o YMC. Ropa para ellos y para ellas, así como productos del hogar o belleza. La firma de cosmética masculina L:A Bruket no descuida al barbudo bilbaíno ya que disponen de una amplia gama de productos para el cuidado facial.
Y tras haberse dado el conveniente capricho, nada como dejarse seducir por la amplia carta de sándwiches y cafés de su bar. Las tartas de queso, los bizcochos o las galletas se convertirán en el bocado dulce perfecto para seguir pateándose la ciudad.
4. Souvenir gourmet
¿Paladar refinado?, ¿gusto por el producto diferenciado? De La Manducateca es posible salir bien pertrechado de víveres: desde una buena cuña de un gouda Brabander hasta llegar a una sidra normanda Eric Bordelet, pasando por su amplísima variedad de txacolis. Los más sibaritas hallarán en la alameda Urquijo la última meca foodie de la capital del Nervión.
¿Alguien da más? Nunca se sabe, porque lo más recomendable es que te
dejes asesorar por quienes están detrás de este singular negocio.
5. Donde tomar la primera
Cuentan los oriundos que por este córner se deja caer el top internacional Jon Kortajarena cada vez que acude a su ciudad natal. Si no tienes la suerte de toparte en el bar Marzana con el modelo, sí que encontrarás hordas de hipsters que acuden en cuadrilla a tomarse los primeros txacolis de la noche.
Un local pequeño abierto en los años 50 y que conserva intacta su estética original. Además de disfrutar entre amigos de una cerveza con vistas a la ría de Bilbao, nada
como probar algunos de sus bocadillos o, en su defecto, apurar la hora
del vermú cualquier domingo por la mañana en su terraza. Lo más bohemio
de la ciudad se da cita en él.
6. Leña al diseño
Bilbao
también sucumbe a la tendencia escandinava en cuanto a decoración se
refiere. Y para quienes busquen piezas con personalidad en clave
vintage, nada como dejarse caer por este negocio –situado en calle Particular de Indautxu, 4– donde conviven muebles antiguos con los diseños más contemporáneos.
Además de contar con algunos de los muebles más cozy de la ciudad, en Narata también ofrecen servicios de interiorismo e, incluso, realizan exposiciones temporales de artistas emergentes. Con una oferta así, ningún turista quedará indiferente. Para quienes busquen un souvenir especial, este es su sitio.
7. El templo del gentleman
Detrás de Man 1924 se encuentra Carlos Castillo, a la sazón uno de los hombres más elegantes de nuestro país y considerado uno de los hombres mejor vestidos del mundo según ‘The Sartorialist’, el blog que comanda el célebre fotógrafo Scott Schuman. Y
es precisamente Bilbao el germen de una casa que cuenta ya con sede en
Madrid, pero que sigue siendo todo un referente para el dandy de siempre
con gustos contemporáneos. Las lanas y paños de las americanas que
desde allí fabrican a medida se convierten en una inversión de futuro. Y
todo en un espacio donde los colores oscuros conviven con los claros,
que se conjugan a la perfección con estampados tan british como el
tartán. Un templo para los amantes de la elegancia clásica que forma
parte del imaginario fashion de la ciudad.
8. Las mil y una noches
Frente a los jardines de Albia
existe un mirador de arabesca pero sutil decoración donde los célebres
estampados de flores de las alfombras persas se convierten en el hilo
conductor de un local que lleva por nombre Pershïc Wines & Carpets. Antaño
acogió una tienda que vendía, precisamente, este producto y, a día de
hoy, es un singular restaurante en cuya carta priman platos iraníes
donde las recetas especiadas se convierten en sus grandes protagonistas.
Bajo ese techo con plantas colgantes se redistribuyen singulares faroles que iluminan una estancia revestida de cristales, espejos y madera. Un lugar muy singular donde es posible degustar, además, algunas de sus variedades de té y soñar con una noche en Arabia.
9. Donde habita la cultura
Lleva por nombre oficial Azkuna Zentroa, pero
todos lo conocen como la Alhóndiga de Bilbao. Lo que antaño fuera un
almacén de vino es hoy uno de los lugares de referencia para la cultura
bilbaína. Y todo por obra y gracia de Philippe Starck,
quien, enamorado del edificio y de la ciudad, ideó un proyecto trazado
en tres cubos sostenidos por 43 columnas de lo más pintorescas. Unos
pilares que, según Lorenzo Baraldi, "simbolizan los
millones de columnas y la infinidad de culturas, arquitecturas, guerras y
religiones que han atravesado al hombre a lo largo de la historia".
Este edificio, en el que prima la versatilidad de sus espacios, acoge una biblioteca de aires escandinavos, la famosa terraza del Yandiola
o esa piscina climatizada cuya base, rematada en cristal, permite que
quien visite el edificio vea a los bilbaínos chapotear a sus anchas.
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