miércoles, 19 de agosto de 2015

La sonrisa de Iñigo




Ayer un joven hincha del Athletic cumplió un sueño: ver ganar un título al club de sus amores. Ayer Iñigo no dejó de sonreir tras el pitido final, orgulloso de ver a sus ídolos levantar un trofeo, nada más y nada menos, que en el campo del Barça. Su cara lo decía todo.


Ayer nadie vio a Iñigo, pero él estuvo allí. Iñigo estuvo en las gradas del Camp Nou animando a los jugadores del Athletic, vio embelesado como Gurpegi alzaba la copa, se mezcló entre la multitud que celebró la victoria en las calles de Bilbo, lloró de emoción… pero sobre todo: Iñigo no dejó de sonreír. Una sonrisa que los dirigentes del club bilbaíno trataron días atrás que desapareciera de las gradas de San Mamés.


 Escudándose en el supuesto cumplimiento de leyes elaboradas por antiguos lideres falangistas, la directiva del Athletic, con Josu Urrutia al frente, requisó las fotografías de Iñigo que decenas de aficionados portaban en la Catedral. Les molesta la verdad, y no quieren ver a Iñigo sonreír. El heroísmo no se puede exigir, pero la cobardía no se puede disculpar de ninguna de las maneras. Y eso es lo que está demostrando la directiva de Urrutia. Una cobardía inmoral que hiere en lo más profundo a los amigos y familiares. Un socio del club es asesinado y el propio club no deja siquiera que se muestre la sonrisa de Iñigo.


Se echó de menos ayer un gesto, una palabra, una bandera, una muestra de recuerdo… de parte de los jugadores en la celebración del título. Estoy seguro que la familia lo hubiera agradecido y que Iñigo se hubiera sentido un jugador más. Pero eso no ocurrió. No se trataba de una obligación, pero sí el deseo de mucha gente. Una palabra, una mirada, un gesto para llenar y reconfortar el corazón herido de Manu y Fina.



Pese a todo, Iñigo no dejó de sonreir, disfrutando de una noche que jamás olvidará. Le faltó disfrutarlo con sus amigos y compartirlos con su aita y ama, pero ellos notaron su presencia, porque Iñigo estuvo presente en Barcelona y Bilbo, aunque prefirió pasar desapercibido, sabedor que la mezcla de sentimientos y sensaciones vividas ayer exigían discreción y respeto.



Decía el director de cine, Frank Capra, que él creía que un drama era cuando lloraba el actor; pero descubrió que el drama era cuando lloraba el público. Gran parte de ese público y de esa afición rojiblanca lloró recordando a Iñigo Cabacas. Una mezcla de felicidad y rabia que exige justicia.


A partir de ahora, cada vez que el exterior del nuevo San Mames estalle en colores cuando el Athletic marque un gol, o simplemente se ilumine para dar luz a Bilbo, podremos ver reflejada la sonrisa de Iñigo.


 
igor meltxor 
 
 
 
 
 


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