sábado, 2 de agosto de 2008

DIARIO DE UN PERRO

de Félix María Samaniego
Todos los animales cada instante
se quejaban a Júpiter Tonante
de la misma manera
que si fuese un alcalde de montera.
El Dios (y con razón) amostazado,
viéndose importunado,
por dar fin de una vez a la querella,
en lugar de sus rayos y centellas,
de receptor envía desde el cielo
al águila rapante, que de un vuelo
en la tierra juntó a los animales,
y expusieron en suma cosas tales:
pidió el león la astucia del raposo;
éste de aquél lo fuerte y valeroso;
envidia la paloma al gallo fiero;
el gallo a la paloma en lo ligero;
quiere el sabueso patas más felices,
y cuenta como nada sus narices;
el galgo lo contrario solicita;
y en fin (cosa inaudita),
los peces de las ondas ya cansados,
quieren poblar los bosques y los prados;
y las bestias dejando sus lugares,
surcar las olas de los anchos mares.
Después de oírlo todo:
-¿Ves, maldita caterva impertinente,
que entre tanto viviente
de uno y otro elemento,
pues nadie está contento,
no se encuentra feliz ningún destino?
Pues, ¿Para qué envidiar al del vecino?
Con sólo este discurso,
aún el bruto mayor de aquel concurso
se dio por convencido.
De modo que es sabido
que ya sólo se matan los humanos
en envidiar la suerte a sus hermanos.


Hay un puente que queda entre el Paraíso y la Tierra, y se llama Puente del Arco Iris.

Cuando un animal que ha sido especialmente amado por alguien aquí en la Tierra muere, entonces va al Puente del Arco Iris. Allí hay valles y colinas para todos nuestros amigos especiales, para que ellos puedan correr y jugar juntos. Hay mucha comida, agua y sol, y nuestros amigos se encuentran cómodos y al abrigo.
Todos los animales que han estado enfermos o que eran ancianos, recuperan su salud y vigor; aquellos que fueron heridos o mutilados recuperan lo perdido y son fuertes nuevamente, tal como los recordamos en nuestros sueños de días y tiempos pasados. Los animales están felices y contentos, excepto por una pequeña cosa: cada uno de ellos extraña a alguien muy especial, alguien a quien tuvo que dejar atrás.

Todos corren y juegan juntos, pero llega un día en que uno de ellos se detiene de repente y mira a la lejanía. Sus brillantes ojos se ponen atentos; su impaciente cuerpo se estremece y vibra. De repente se aleja corriendo del grupo, volando sobre la verde hierba, moviendo sus patas cada vez más y más rápido.

Tú has sido avistado, y cuando tú y tu amigo especial finalmente se encuentran, los dos se abrazan en un maravilloso reencuentro, para nunca separarse de nuevo. Una lluvia de besos cae sobre tu rostro; tus manos acarician nuevamente la cabeza amada, y puedes mirar nuevamente a los confiados ojos de tu mascota, tanto tiempo apartada de tu vida, pero nunca ausente de tu corazón.

Entonces los dos cruzan el Puente del Arco Iris juntos


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