El género explota en Euskadi coincidiendo con la desaparición de la violencia política
Cielos nublados, una lluvia fina y constante,
montañas silenciosas, fábricas y almacenes solitarios de noche al lado
de la costa. El paisaje vasco se ha convertido en un excelente telón de fondo para las novelas negras, un género que pasa por un buen momento de salud en toda España.
Muy cerca, el valle navarro del Baztán se ha
popularizado en los últimos tiempos gracias a la trilogía de Dolores
Redondo, ganadora del premio Planeta 2016, y su personaje Amaia Salazar
(que en el cine tendrá el rostro de la donostiarra Marta Etura).
Lejos de los bajos fondos de las grandes ciudades
norteamericanas y de los barrios más convulsos de Madrid y Barcelona,
algunos escritores han redescubierto la aparente placidez del norte como
escenario de sus crímenes literarios.
Uno de los éxitos editoriales recientes es El silencio de la ciudad blanca,
un thriller que la escritora Eva García Sáenz de Urturi ha ubicado en
Álava y en su capital, Vitoria, aunque ella vive cerca del mediterráneo.
“Alicante es demasiado luminoso para matar”, confiesa. “Vitoria tiene una luz más tamizada, pienso en las nieblas que se levantan en la carretera que la une con Villaverde, en el frío extremo en invierno”.
“Alicante es demasiado luminoso para matar”, confiesa. “Vitoria tiene una luz más tamizada, pienso en las nieblas que se levantan en la carretera que la une con Villaverde, en el frío extremo en invierno”.
Su historia ha seducido ya a más de 100.000
lectores, llega a la octava edición y Atresmedia está preparando una
ambiciosa versión cinematográfica que rodará los exteriores en Euskadi.
Jon Arretxe es ya un veterano de la novela negra,
que empezó a publicar en euskera. Desde hace unos años, sin embargo, sus
libros aparecen de forma simultánea en castellano.
Después de situar
algunos de sus relatos en ciudades extranjeras –a medio camino con la
literatura de viajes–, ha encontrado en el céntrico y desconocido barrio
de San Francisco de Bilbao un pozo lleno de personajes para sus
ficciones.
Para escribir 19 cámaras se instaló en un piso de la zona que le dejó una amiga mientras esperaba venderlo o alquilarlo. Desde ahí podía contemplar “una coctelera formada por la prostitución de señoras mayores que no pueden vivir de otra cosa, la inmigración más pobre, el tráfico de drogas”.
Para escribir 19 cámaras se instaló en un piso de la zona que le dejó una amiga mientras esperaba venderlo o alquilarlo. Desde ahí podía contemplar “una coctelera formada por la prostitución de señoras mayores que no pueden vivir de otra cosa, la inmigración más pobre, el tráfico de drogas”.
De hecho, el título del libro hace referencia al
número de cámaras que vigilan la zona, junto al casco antiguo. Si una de
las funciones del género es la denuncia social, los libros de Arretxe
–nacido en Basauri– permiten al lector adentrarse en una realidad
invisibilizada en las guías turísticas.
En los hoteles, explica, marcan en el mapa de los visitantes las calles por donde no tienen que andar.
En los hoteles, explica, marcan en el mapa de los visitantes las calles por donde no tienen que andar.
La huella de un pasado industrial junto a la ría,
el recuerdo de las aguas contaminadas y las fachadas sucias contrasta
con la nueva arquitectura que pivota en torno al Guggenheim.
La
transformación que ha vivido la ciudad vizcaína es “un buen caldo de
cultivo” literario también para Gonzalo Garrido, autor de La capital del mundo.
En esta intersección entre dos épocas se han
abierto grietas que la novela de intriga vasca ha sabido aprovechar.
Según Garrido, la eclosión en Euskadi de este fenómeno literario se ha
producido “los últimos cuatro o cinco años”.
Un periodo que coincide con la ausencia de ETA, una temática que no está presente en muchos de estos escritores. José Javier Abasolo es una excepción. El pasado reciente también aparece en La mujer en la cueva de Francisco Letamendia Ortzi, que fue parlamentario abertzale en el Congreso.
Un periodo que coincide con la ausencia de ETA, una temática que no está presente en muchos de estos escritores. José Javier Abasolo es una excepción. El pasado reciente también aparece en La mujer en la cueva de Francisco Letamendia Ortzi, que fue parlamentario abertzale en el Congreso.
Si hasta ahora el terrorismo no ha abundado en el
género es “porque la novela negra de verdad ya estaba allí fuera”, dice
Garrido. “Nosotros hemos acabado muy saturados del tema, pero a medida
que pase el tiempo se irán mezclando las dos cosas”, es decir, el pasado
de violencia real se convertirá en material para este tipo de ficción.
Cree que, como ha sucedido con la Guerra Civil, serán los jóvenes, los que no han vivido los hechos directamente, los que los abordarán de una forma desacomplejada.
Cree que, como ha sucedido con la Guerra Civil, serán los jóvenes, los que no han vivido los hechos directamente, los que los abordarán de una forma desacomplejada.
Arretxe también admite que el “bombardeo diario”
de noticias sobre ETA durante años hacía que no le apeteciera hablar de
ello en sus obras, de la misma manera que no le interesan otras
cuestiones que llenan las portadas de los periódicos.
“No quiero repetir lo que ya explica la prensa y, además, pasan cosas en la realidad que en la ficción no serían creíbles”.
“No quiero repetir lo que ya explica la prensa y, además, pasan cosas en la realidad que en la ficción no serían creíbles”.
Eva García tomó una decisión consciente de dejar
todo lo que tuviera que ver con la “política” al margen de lo que estaba
narrando. Reivindican, en definitiva, el derecho a ocuparse de
temáticas universales, como lo haría un escritor de cualquier otro
lugar.
Las obras de estos autores y de una larga lista
–como Ricardo Alía en San Sebastián– han conseguido establecer una
relación muy estrecha entre los lectores y el territorio.
En el caso de El silencio de la ciudad blanca
se han creado rutas que el Ayuntamiento de Vitoria aprovecha como
reclamo turístico.
“Es un gran acierto, hace que la novela se lea casi en 3D, la hace más física y sensorial”, asegura la escritora, que se dio a conocer en el 2012 con La saga de los longevos, autopublicada en Amazon.
“Es un gran acierto, hace que la novela se lea casi en 3D, la hace más física y sensorial”, asegura la escritora, que se dio a conocer en el 2012 con La saga de los longevos, autopublicada en Amazon.
A pesar de su trabajo exhaustivo de documentación
previa, dice que ahora los lectores se ponen en contacto con ella para
hacerle saber microanacronismos, como si tal bar o el otro abrieron tal
año y no el otro.
A ella le toca ir recordando que ha escrito una ficción y que, por lo tanto, se ha tomado libertades. La identificación, sin embargo, es tan intensa que incluso algunos establecimientos comerciales le reclaman aparecer en sus obras futuras.
A ella le toca ir recordando que ha escrito una ficción y que, por lo tanto, se ha tomado libertades. La identificación, sin embargo, es tan intensa que incluso algunos establecimientos comerciales le reclaman aparecer en sus obras futuras.
Gonzalo Garrido
resta importancia a la necesidad de que el entorno sea reconocible y
pone de ejemplo el éxito que ha tenido aquí la novela nórdica. “Cuando
la ficcionas, la realidad cambia”, sentencia.
Arretxe cree que los vecinos del bilbaíno barrio de San Francisco se conformarían con quitarse de encima “la estigmatización” que les hace ser unos extraños incluso para los mismos habitantes de la ciudad.
Arretxe cree que los vecinos del bilbaíno barrio de San Francisco se conformarían con quitarse de encima “la estigmatización” que les hace ser unos extraños incluso para los mismos habitantes de la ciudad.
Con matices, con pluralidad de voces y
estilos, lo cierto es que Euskadi –y Navarra– se ha ganado un lugar como
paisaje literario para el suspense, con la complicidad de los lectores
vascos que, en muchos casos, han sido la plataforma de despegue para
conseguir después el éxito de ventas en el conjunto del Estado.
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