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Canción del Olentzero
Olentzero joan zaigu
mendira lanera
intentzioarekin
ikatz egitera.
Aditu duenean
Jesus jaio dela
lasterka etorri da
berri ona ematera.
Horra! Horra!
Gure Olentzero!
Pipa hortzetan duela
eserita dago
kapoiak ere baditu
arraultzatxoekin
bihar meriendatzeko
botila ardoakin.
Olentzero buruhandia
entendimentuz jantzia
bart arratsian edan omen du
bost arruako sagia
ai urde tripahaundia
la,lara,lara ai urde tripahaundia
la,lara,lara,laralara
Hoy en día conocemos al Olentzero como un personaje bonachón, grueso y desharrapado que reparte regalos. Su oficio es el de carbonero y cada 24 de diciembre baja
de las montañas, ataviado con boina y pipa, para recorrer las calles de las distintas localidades de Euskal Herria seguido por multitud de niños. Sucio de carbón,
Olentzero tiene la nariz algo enrojecida debido a su afición a la bebida.
Pero ¿de dónde procede este personaje tan singular
que a los niños trae regalos y al que, curiosamente, se le prende fuego
mientras se canta una canción en su honor? Su aspecto
desastroso ha sido satirizado hasta el extremo. Aita Donostia llegó a describirlo como "cabezón sin inteligencia" (buruhandia, entendimendu gabea) o "puerco
barrigudo" (urde tripaundia). Pero ese aspecto desaliñado tiene una explicación mitológica y coherente.
Buena parte de los estudios realizados hasta la fecha coinciden en
atribuir a este protagonista navideño una antigüedad mucho mayor que la
que por tierras vascas tuvieron las creencias
cristianas. Tal y como apunta Claude Labat, «el personaje del Olentzero debe ser ubicado dentro de las celebraciones del solsticio de
invierno».
En los territorios que hoy conocemos como Euskadi y en el País Vasco francés, existía una tradición muy extendida por la cual durante los días cercanos
al solsticio de invierno se conmemoraba la necesaria renovación de la naturaleza y del hombre. Así, se creía que a la muerte le seguía la vida. Es, precisamente, esta idea de renovación
y revitalización la que simboliza la figura del Olentzero. De ahí su aspecto desharrapado y viejo, cercano a la degeneración, porque lo que en el fondo
representa es el tiempo pasado que está a punto de morir. Y por eso también, su posterior desaparición con la que da paso al año nuevo renovado y lleno de vida.
El fuego, bajo el que sucumbe el Olentzero, no sólo purifica sino que significa la desvinculación total de la comunidad con el tiempo que ha pasado. Su
desaparición bajo las llamas supone dejar el camino libre al año que llega.
Con la llegada del cristianismo y el abandono progresivo de las prácticas religiosas paganas, el Olentzero dejó su papel de anunciador de la renovación
de la naturaleza y se convirtió en el portador de un mensaje con profundo calado cristiano: el nacimiento de Jesús. Así, en su nueva versión, tras ir al monte a hacer carbón
regresa presuroso para anunciar la venida del Salvador. Sin embargo, en ese proceso de adaptación a las nuevas creencias, el Olentzero no sufrió cambio alguno en su aspecto.
Esa
es la razón por la que muchos, fundamentalmente en el País Vasco
francés, han visto en esa adecuación del antiguo mito una especie de
adaptación regional del universal personaje de Papá
Noël.
Origen del nombre
Muy diversas son las teorías respecto al origen del nombre. Mientras
que en la mayor parte del territorio guipuzcoano se le conoce como Olentzero, hay pueblos navarros
en los que la denominación cambia y así se le llama Olentzaro, Orantzaro -Berruete y Leiza-, y hasta Onontzaro,
como en Larraun.
Etimológicamente nos encontramos también con varias teorías, aunque
la que parece tener más peso es la que, en el siglo XVII, estableció
Lope de Isasi y según la cual Olentzero vendría de las
palabras onen, "bueno" y zaro, "tiempo" o "época", es decir de onenzaro, "tiempo de lo bueno". Esta hipótesis ha sido también defendida, ya
en el siglo XX, por Resurrección María de Azkue.
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